
El reloj n.º 160, conocido como Marie-Antoinette
by Emmanuel BreguetEs imposible describir la obra de Breguet sin evocar el reloj n.º 160, conocido como Marie-Antoinette, una pieza que sobrepasa todas las categorías convencionales tanto por su complejidad técnica como por su agitada historia, de la que vamos a hacer un breve repaso a continuación.
Hacia 1783, según cuenta la tradición oral, llevada al papel a finales del siglo XIX, Breguet recibió un encargo extraordinario: un oficial de la guardia de la reina le pidió un reloj que incorporase todas las complicaciones y mejoras conocidas en la época, es decir, todas las complicaciones posibles. No se le impuso ningún límite, ni de coste ni de tiempo... Tan solo que, siempre que fuera posible, el oro sustituyera a cualquier otro metal... Cabe preguntarse quién encargó realmente semejante objeto. ¿Fue realmente este oficial? ¿Fue el rey? ¿Fue un grupo con la esperanza de tender una trampa a la reina para poner de relieve sus locos dispendios, como sucedió un poco más tarde con el asunto del collar? Es un misterio.
De lo que no cabe duda es de que se eligió a Breguet porque, aunque todavía estaba al inicio de su carrera —llevaba menos de diez años como relojero independiente—, tenía en su haber algunos inventos destacados, en particular el reloj perpétuelle, y era especialista en relojes de repetición. Era un relojero moderno, tenía ideas innovadoras y era discreto.
En pocas palabras, lo que se pidió a Breguet fue que creara un reloj de catedral en tan solo unos pocos centímetros cuadrados. El maestro se puso manos a la obra y el resultado fue el fabuloso reloj n.º 160, que tras largas interrupciones se terminó en 1827, cuatro años después de la muerte de Abraham-Louis Breguet y ya bajo la dirección de Breguet fils.
Un desafío sin precedentes
El reloj debía ser automático, una técnica que solo Breguet dominaba por completo en aquella época. Como sabemos, en el siglo XVIII el principio de la automatización fascinaba a todos, en especial a los filósofos, que veían en la relojería una representación en miniatura del universo y de su creador, el Gran Relojero... La creación de complicaciones suponía, ante todo, incluir toda la información astronómica y de calendario posible, incluidos el día de la semana, la fecha, el mes, los años bisiestos y la ecuación del tiempo. También requería de un mecanismo de sonería extremadamente sofisticado, así como de otros muchos refinamientos.
En pocas palabras, lo que se pidió a Breguet fue que creara un reloj de catedral en tan solo unos pocos centímetros cuadrados. El maestro se puso manos a la obra y el resultado fue el fabuloso reloj n.º 160, que tras largas interrupciones se terminó en 1827, cuatro años después de la muerte de Abraham-Louis Breguet y bajo la dirección de Breguet fils. En efecto, cuando estalló la Revolución el reloj no estaba todavía acabado, y Breguet tenía otros asuntos más urgentes que atender, entre ellos ponerse a salvo y sobrevivir...
Con el n.º 160 llevó a cabo una obra maestra que le sobrevivió y que desempeñó un papel importante no solo en su propia vida, sino también en la de su empresa relojera durante muchos años, hasta llegar incluso a nuestros días.
En 1809, el maestro decidió retomar el trabajo inacabado, pero fue sobre todo en 1812, 1813 y 1814 cuando se realizaron progresos: el n.º 160 solo se pudo acabar tras 284 días y medio de trabajo en 1812, 228 días y medio en 1813 y 212 días en 1814. En estos años de finales del Imperio napoleónico, la Maison Breguet no podía exportar nada, ya que Francia estaba en guerra con todos sus vecinos y sus relojeros no tenían mucho trabajo. ¡Qué mejor ocupación entonces, mientras se esperaba la caída del emperador, que aceptar un desafío a la vez técnico y lleno de reminiscencias!
En 1814, con el reloj casi terminado, se produjo otra interrupción, y los trabajos no se reanudaron hasta agosto de 1823. Breguet estaba decidido a terminar su obra maestra. Pasó el último mes de su vida trabajando en su finalización y murió en septiembre. Cuatro años más tarde, en 1827, ya bajo la dirección de Antoine-Louis Breguet, el reloj se acabó del todo. Es un buen momento, antes de describirlo en detalle, para destacar que se trató de una obra colectiva que movilizó las competencias de Breguet y de su hijo, ayudados por una veintena de colaboradores entre los que se encontraba, en particular, Michel Weber, uno de los relojeros más brillantes de la Maison.
TODAS LAS COMPLICACIONES POSIBLES

TODAS LAS COMPLICACIONES POSIBLES
Esto suponía incluir toda la información astronómica y de calendario posible: el día; la fecha, el mes, el ciclo de los cuatro años, la ecuación del tiempo... También requería de un mecanismo de sonería muy elaborado y de otros refinamientos.
Finalización del reloj y nuevos enigmas
Se trataba de un reloj perpétuelle, es decir, de carga automática con masa oscilante de platino, dotado de las siguientes funciones y complicaciones: repetición de minutos, calendario perpetuo completo con indicación del día de la semana, de la fecha y del mes, ecuación del tiempo, reserva de marcha, termómetro bimetálico, gran segundero independiente a voluntad, segundero pequeño, escape de áncora, espiral de oro y doble paracaídas (antigolpe). Todos los puntos de fricción, los agujeros y los rodillos eran de zafiro, sin excepción. El reloj poseía una caja de oro con una esfera de esmalte blanco y otra de cristal de roca. La superposición y la sincronización de estas diferentes complicaciones, con todos los cálculos que ello implica, supone una proeza increíble. El contrato inicial se cumplió con creces: se trata del reloj más complicado jamás fabricado en el mundo. En 1827, el gardetemps salió de los talleres; los costes de la mano de obra habían ascendido a la suma astronómica de 17 000 francos de oro.
El resto de la historia podría ser sencillo, pero no lo fue. Aunque no hay constancia de una venta en los archivos, el inventario completo elaborado en 1833, cuando Antoine-Louis Breguet se retiró voluntariamente, no menciona el n.º 160. Por lo tanto, parece que el reloj salió de la empresa entre 1827 y 1833, puesto que, según los registros de mantenimiento, regresó el 11 de marzo de 1838, cuando «el Sr. marqués de La Groye, en Provins» confió «su reloj de repetición perpetua n.º 160 aquí [...] para su reparación». El marqués parece haber sido el propietario en aquella época. ¿Cuándo y a qué precio compró el reloj? ¿Lo compró realmente? ¿Se lo regaló Breguet? Es todo un enigma: los archivos de Breguet, tan precisos en todo, guardan silencio sobre esta cuestión.
No faltan las sorpresas y los interrogantes, ya que sabemos, por su partida de defunción, que el marqués de La Groye murió sin descendencia el 4 de octubre de 1837 y que no vivía en Provins, sino en Essonnes. Así pues, el marqués, que fue oficial hasta 1788 y que prestó dinero a Breguet —hasta 30 000 libras en 1786, suma que le fue reembolsada en junio de 1795—, no pudo haber devuelto su reloj en 1838, ¡ya que estaba muerto! Entonces, ¿qué hay detrás de esta pista falsa? Parece muy poco probable que el reloj fuera entregado a quien lo encargó (el marqués de La Groye u otra persona). ¿Quién habría aceptado esperar más de 40 años? Es más, hay rastros de correspondencia sobre el tema. Así que la verdadera pregunta es: ¿por qué la empresa tuvo que atribuir este reloj a un propietario ficticio? El enigma sigue sin resolverse hasta hoy.
A partir de 1838, el «reloj de oro», con o sin dueño, estuvo físicamente en el Quai de l’Horloge, donde permaneció varias décadas. Finalmente, encontró dueño en 1887, cuando fue vendido a un coleccionista británico, Sir Spencer Brunton. Posteriormente perteneció al hermano de Brunton y después al Sr. Murray Marks, antes de pasar a formar parte de la prestigiosa colección de Sir David Salomons en 1917.
Sir David Salomons (1851-1925) fue un ingeniero e industrial británico que dedicó un verdadero culto a la obra de Breguet. Aceptó exponer su importantísima y famosa colección de relojes antiguos —unas 110 piezas— en el museo Galliera de París en 1923 con motivo del centenario de la muerte de Breguet.
Up:
Catálogo de la exposición de 1923.
Up:
Catálogo de la exposición de 1923.
Right:
Catálogo de la exposición de 1923.
Up:
Catálogo de la exposición de 1923.
Right:
Extracto del registro de producción en el que figura el n.º 160.
Up:
Extracto del registro de producción en el que figura el n.º 160.

Up:
Encerrada en la prisión de la Conciergerie durante meses hasta su ejecución en octubre de 1793, la reina nunca vio el reloj n.º 160.
Right:
Encerrada en la prisión de la Conciergerie durante meses hasta su ejecución en octubre de 1793, la reina nunca vio el reloj n.º 160.
Up:
Encerrada en la prisión de la Conciergerie durante meses hasta su ejecución en octubre de 1793, la reina nunca vio el reloj n.º 160.
Lo más destacado de la exposición de 1923
David Lionel Salomons (1851-1925), ingeniero e industrial británico, gran admirador de la obra de Breguet, reunió una importante y célebre colección de relojes antiguos —alrededor de 110 piezas— que aceptó exponer en París en 1923, en el museo Galliera, con motivo del centenario de la muerte del relojero.
En 1925, a la muerte de Salomons, el Marie-Antoinette pasó a ser propiedad de su hija Vera Salomons, y la aventura continuó. Durante sus visitas a Israel, Vera Salomons conoció de cerca a un profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, Leo Arie Mayer, apasionado del arte islámico; una cosa llevó a la otra y, con el paso de los años, Vera Salomons decidió fundar un museo de arte islámico en honor a su mentor y amigo Leo Mayer. Puso a disposición de su proyecto todas las colecciones de arte islámico que poseía, y también optó por incluir las colecciones de relojería occidental heredadas de su padre. Así fue como el Marie-Antoinette, obra maestra de la relojería diseñada en París por un joven protestante de Neuchâtel, Suiza, y destinada, tal vez, a una archiduquesa de Austria que llegó a ser reina de Francia, pasó a formar parte de las colecciones de un museo de Jerusalén en 1974... ¡fundado por una representante de la burguesía judía inglesa deseosa de promover el arte islámico!
Nueve años más tarde, una triste noticia sacudió el mundo de los amantes del arte y de la Alta Relojería: el sábado 16 de abril de 1983, el museo, cuyo nombre oficial es L.A. Mayer Memorial Museum of Islamic Art, desierto e insuficientemente vigilado, fue vaciado de sus colecciones relojeras; naturalmente, el n.º 160 desapareció. Pasaron los años y, a pesar de los esfuerzos de la Interpol, no se pudo encontrar el botín. A falta de pistas, los ánimos se caldearon... La ausencia del Marie-Antoinette fue objeto de artículos y estudios que constataban que habían pocas esperanzas de volver a ver esta obra maestra. El novelista neoyorquino Allen Kurzweil escribió una vasta novela histórico-esotérica en torno a la desa- parición del reloj y su búsqueda. El libro, publicado en 2001 con el título The Grand Complication, fue un gran éxito.
EL PETIT TRIANON Y NICOLAS G. HAYEK

EL PETIT TRIANON Y NICOLAS G. HAYEK
El amor de Nicolas G. Hayek por el arte y la belleza le ha llevado a preservar nuestro patrimonio histórico y cultural, más allá del ámbito relojero, a través de prestigiosos patrocinios. El más emblemático, si hubiera que citar solo uno, es sin duda la restauración del Petit Trianon, verdadero homenaje rendido por Breguet a la reina María Antonieta, sincera admiradora y fiel cliente de la marca.
El desafío de Nicolas G. Hayek
En 2005, Nicolas G. Hayek, propietario de la marca Breguet desde 1999, intervino y decidió reconstruir la obra maestra. El arte de la relojería occidental, que se había quedado huérfano tras la pérdida del n.º 160, tenía que estar a la altura del desafío, y el deber de la renaciente Maison Breguet era ponerse manos a la obra. Se formó un sólido equipo técnico y se reunió toda la documentación existente. El proyecto avanzó a buen ritmo y el reloj reconstituido se presentó a la prensa en la primavera de 2008.
Simbólicamente, el reloj reposa en un suntuoso estuche de marquetería fabricado con la madera del roble favorito de la reina en el Petit Trianon. Mientras tanto, el 14 de noviembre de 2007, una noticia difundida por los medios de comunicación de todo el mundo revelaba que se había recuperado el botín sustraído el 16 de abril de 1983, incluido el Marie-Antoinette, 24 años después de su robo y 224 años después de su encargo. Ahora sabemos que el robo fue obra de Naaman Diller, conocido como Lidor, uno de los delincuentes israelíes más conocidos de la época, fallecido en 2004. Poco antes de morir, le contó a su mujer la operación y le confió su secreto: el botín, demasiado conocido para ser puesto a la venta, seguía en cajas fuertes de bancos de Europa y Estados Unidos. La viuda de Naaman Diller realizó una serie de gestiones secretas que condujeron a la restitución del botín en 2007.
Si bien el n.º 160 fue devuelto a su legítimo lugar en el L.A. Mayer Memorial Museum (ahora Museo de Arte Islámico), en la ciudad antigua de Jerusalén, el reloj reconstruido es un poderoso testimonio del apego de Breguet a su historia, con repercusiones muy simbólicas y tangibles. La decisión de recomponer este objeto mítico de la historia de la relojería condujo a Versalles, a sus árboles y a su adormecido y ruinoso Petit Trianon, que esperaba a un mecenas generoso. Nicolas G. Hayek se convirtió en ese mecenas. Se trataba de un justo homenaje a la reina María Antonieta, cuyas repetidas compras impulsaron la reputación de Breguet al inicio de su carrera. La tan esperada restauración completa de las fachadas y de la decoración interior del Petit Trianon y del Pavillon Français fue financiada íntegramente por Montres Breguet y su presidente en el marco de un programa de mecenazgo ejemplar. Las obras, en las que intervinieron artesanos de numerosos oficios, finalizaron en septiembre de 2008, devolviendo a la reina el escenario de sus años más bellos y a los visitantes de su finca una de las piezas más deslumbrantes del patrimonio artístico europeo.
En 2005, Nicolas G. Hayek, propriétaire de la marque Breguet depuis 1999, entre en scène et décide de reconstruire le chef-d’oeuvre. L’art horloger occidental, orphelin de la montre n° 160, doit relever le défi, c’est un devoir pour la maison Breguet.

Up:
El Marie-Antoinette ha sido recreado utilizando los conocimientos ancestrales y las herramientas y técnicas de la época, entre ellas el pulido en madera de los engranajes.


Right:
El Marie-Antoinette ha sido recreado utilizando los conocimientos ancestrales y las herramientas y técnicas de la época, entre ellas el pulido en madera de los engranajes.
Up:
El Marie-Antoinette ha sido recreado utilizando los conocimientos ancestrales y las herramientas y técnicas de la época, entre ellas el pulido en madera de los engranajes.

Up:
Simbólicamente, el reloj descansa en un suntuoso estuche con incrustaciones realizado con la madera del roble favorito de la reina en el Petit Trianon.
Right:
Simbólicamente, el reloj descansa en un suntuoso estuche con incrustaciones realizado con la madera del roble favorito de la reina en el Petit Trianon.
Up:
Simbólicamente, el reloj descansa en un suntuoso estuche con incrustaciones realizado con la madera del roble favorito de la reina en el Petit Trianon.