Guillochage

Hombres y máquinas

Breguet es conocida por preservar el arte del guilloché. Un arte que se expresa con gran viveza en sus esferas gracias a sus artesanos, que ejercen su oficio en los talleres del Valle de Joux. La Manufactura también está comprometida con el mantenimiento, restauración y revitalización de las antiguas máquinas de guilloché, que adquiere en todo el mundo.

Como si se tratase de un lugar secreto, al que solo se puede acceder si te ganas el derecho a hacerlo, la puerta «mágica» tras la que se esconden los tornos de guilloché que esperan a ser restaurados se encuentra al final de un pasillo poco frecuentado de la Manufactura... Hay más de una docena en el taller, y varios más permanecen inactivos en el sótano. «No puedo decirle exactamente cuántos estamos restaurando. A veces conseguimos adquirir dos o tres al año, otras veces solo uno. Cada vez escasean más», cuenta Dominique, un entusiasta de la micromecánica, que añade: «Una vez nos tocó la lotería cuando un contacto nos permitió comprar 11 de una sola vez. ¡Fue algo extremadamente inusual!». 

De hecho, es gracias al boca a boca como la marca logra encontrar estas máquinas tan singulares: un empleado localiza una en una tienda en España; un contacto se acerca a la marca para ofrecerle otra encontrada en una antigua fábrica en Inglaterra... Una de las más antiguas encontradas hasta ahora, que data de 1820, está actualmente en la tienda de París y fue la primera en ser restaurada por el artesano hace diez años.

En un momento en que estos tornos manuales están siendo reemplazados, cada vez más, por sistemas automatizados dentro de la industria relojera, Breguet ha asumido la misión de perpetuar esta artesanía y, a través de un departamento específico, preservar un patrimonio muy arraigado no solo en su ADN, sino en la relojería en general. De esta forma, creando relojes que son, por definición, únicos, ya que cada uno de ellos está hecho a mano por diferentes artesanos, la marca se distingue a los ojos de sus clientes.

Para preservar el arte del guilloché, la Maison ha creado un taller dedicado a la restauración de sus tornos de guilloché. El objetivo es restaurar y poner en funcionamiento máquinas, que a veces tienen varios siglos de antigüedad, y luego garantizar su mantenimiento.

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El guilloché es un arte que la Maison perpetúa en diferentes componentes del reloj, entre ellos platinas, cajas, masas oscilantes y, de manera más emblemática, esferas.

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El guilloché es un arte que la Maison perpetúa en diferentes componentes del reloj, entre ellos platinas, cajas, masas oscilantes y, de manera más emblemática, esferas.

Un trabajo de orfebre

En el taller, donde trabajan concienzudamente dos empleados con una formación similar, todo empieza siempre de la misma manera cuando se incorpora un nuevo hallazgo a la colección: desmontándolo por completo. Cada pieza se conserva con esmero y se traza un plano general del estado de la máquina. No hay una única referencia, ya que los tornos de guilloché —algunos de ellos con varios siglos de antigüedad— tienen cada uno su propia historia. 

La experiencia de inmersión total consiste en gran parte en comparar la máquina con otras y evaluar el trabajo a realizar, pero sobre todo en escucharla y comprenderla. «Es un trabajo que requiere mucha observación e investigación sobre mecánica», añade Dominique. «Tenemos que trabajar a la antigua usanza para reconstruir piezas que ya no existen o no se fabrican de la misma manera que antaño. 

Tengo un gran respeto por aquellos genios de la mecánica que consiguieron llegar tan lejos antes de la aparición de la tecnología moderna». La restauración, que exige una atención minuciosa, puede durar entre tres meses y medio año, según su complejidad. Aunque cada torno de guilloché es único y está diseñado de forma diferente, se mantienen ciertas similitudes entre ellos, como los materiales utilizados. «Tenemos algunos de madera y otros de fundición. Los últimos eran más caros de fabricar y también aparecieron más tarde. 

Estos son los materiales que se utilizan principalmente para fabricar máquinas de guilloché». Algunos tornos fueron ideados ingeniosamente con sistemas de doble leva que funcionan al mismo tiempo para crear acabados complementarios. Son tesoros de la inventiva que datan del siglo XIX y que todavía hoy siguen en funcionamiento.
 

Reconstruir las piezas que faltan utilizando las técnicas y los procesos de la época requiere experiencia, pericia y destreza. Aquí, un tapón de aceitera se tornea y se moldea con un buril de mano.

Cada vez que llega una máquina de guilloché al taller empieza una nueva aventura: «Cada una tiene su propia historia que contar, y hay que saber escucharla. A veces revelan sus secretos fácilmente, pero en ocasiones permanecen envueltas en el misterio», explica Dominique. 

Eso es lo que hace que este trabajo sea tan fascinante. El técnico se muestra visiblemente emocionado cuando recuerda el proceso de desmontaje de la máquina de 1904 orgullosamente entronizada en el área de recepción de la Manufactura: «Al desmontarla descubrí, escondidas entre varios eslabones, las iniciales del hombre que la desarrolló en su día. Eso nunca habría salido a la luz sin este paso. Me emocionó mucho».
 

Cada torno de guilloché se desmonta por completo. Todos los componentes se limpian, examinan, restauran o recrean, si es necesario. Luego viene el meticuloso montaje, con los ajustes y la gestión de los juegos de funcionamiento.

GUILLOCHÉ

Breguet-Pocket-watch-No.-4691_dated 1831

En una época en la que el guilloché se utilizaba principalmente para decorar joyas, el vanguardista fundador de Breguet, Abraham-Louis Breguet, se dio cuenta de que, además de embellecer la esfera, con esta técnica también se capturaban la luz y el polvo, lo que facilitaba la lectura de las indicaciones. Como resultado, en 1786 introdujo en la industria relojera esferas y cajas de plata y oro con un nuevo estilo guilloché...

Del pasado al presente

Una vez restaurados, la mayoría de los tornos encuentran su lugar en el departamento de guilloché. Aquí es donde se produce la magia entre el artesano y la máquina. Los motivos clavos de París, granos de cebada, olas, trama de cesta y otros adornan las esferas y los fondos de las cajas de los relojes Breguet. En total, hay cerca de 30 máquinas en funcionamiento. 

No todas, sin embargo, están destinadas a este departamento. Algunas se envían a boutiques del otro lado del mundo para ser usadas en demostraciones. Es la mejor manera de enseñar a los entusiastas el tacto delicado que se requiere para realizar este trabajo.

Breguet es también una de las pocas marcas que fabrica máquinas de guilloché modernas, hechas a mano en su taller de restauración. Se crean siguiendo el espíritu de las técnicas utilizadas por los artesanos históricos y ofrecen la posibilidad de diseñar decoraciones cada vez más complejas y precisas. Si bien los guillocheurs tienen sus propias preferencias para el trabajo diario, algunos admiten que les encanta utilizar las máquinas de antaño: «Es un privilegio poder trabajar con herramientas que tienen varios siglos», explica uno de ellos.

Como última etapa, el torno de guilloché se somete a pruebas, acompañadas de un ajuste de precisión.