En los años posteriores a Abraham-Louis Breguet, la sociedad va perdiendo progresivamente el interés en la relojería en favor de otros sectores como la electricidad o, más tarde, la aviación. Louis-Clément, representante de la tercera generación de Breguet, vende la división de relojería en 1870 al jefe del taller, Edward Brown. La familia Brown, consciente de la importancia histórica de Breguet y del patrimonio que representa, guiará a la Manufactura hacia el nuevo siglo.
Sir Winston Churchill era un cliente habitual de Breguet, a veces en calidad de comprador, como en 1928, a veces en calidad de cliente, cuando traía para revisión el reloj que lució toda su vida, el Nº 765, un excepcional cronógrafo con repetidor de minutos y segundero parcial, adquirido en 1890 por el duque de Marlborough.