En los años posteriores a Abraham-Louis Breguet, la sociedad va perdiendo progresivamente el interés en la relojería en favor de otros sectores como la electricidad o, más tarde, la aviación. Louis-Clément, representante de la tercera generación de Breguet, vende la división de relojería en 1870 al jefe del taller, Edward Brown. La familia Brown, consciente de la importancia histórica de Breguet y del patrimonio que representa, guiará a la Manufactura hacia el nuevo siglo.
Arthur Rubinstein, probablemente el pianista más distinguido del siglo, visitaba con frecuencia la tienda Breguet en su paso por París y poseía una pequeña colección de modelos de la marca. Su reloj Nº 1682 con fecha y termómetro era excepcional, dada su rarísima forma ovalada, y tenía una curiosa historia. En realidad, la caja había sido fabricada por Breguet en 1822 para un aristócrata ruso, el conde Panin. En aquellos días éste era una “imitación de reloj”, en otras palabras, una caja destinada sencillamente a enmarcar un retrato. Mucho tiempo después, en 1884, esa caja fue devuelta a Breguet, quien le introdujo un movimiento y le confirió al reloj su actual configuración.