En su regreso a París tras la Revolución Francesa, Abraham-Louis Breguet se encuentra con una Francia cambiada. Se dedica entonces a extender su clientela en el extranjero, y es en Rusia donde cosecha un mayor éxito. En 1808 abre un establecimiento en San Petersburgo, que se ve obligado a cerrar tres años más tarde cuando el zar Alejandro I prohíbe la entrada de productos franceses en suelo ruso como respuesta a la política de Napoleón.
En 1804, Ali Effendi, entonces ministro de la Armada, encargó a Breguet el mejor reloj repetidor para el emperador otomano Selim III, a quien sólo se refería – según la costumbre turca – como “la persona más grande de nuestro país… tan grande y tan eminente que no he de pronunciar su nombre”. El proyecto fue un éxito: el emperador encomendó un segundo reloj idéntico al primero y al año siguiente, Ali Effendi escribió a Breguet: “Su reputación en Constantinopla no podría ser más elevada. Todos los grandes príncipes admiran sus obras".