Abraham-Louis Breguet abandona su hogar en Neuchâtel siendo apenas un adolescente, y se dirige a Versalles y París con la intención de convertirse en aprendiz de relojero. En 1775 abre su propio taller en la Ile de la Cité de París con la ayuda de Abbot Joseph-François Marie, quien acoge al joven Breguet bajo su protección y lo presenta en la corte francesa. La aristocracia francesa no tarda en convertirse en la clientela de Breguet. Obligado a abandonar Francia durante el periodo oscuro de la Revolución, Breguet regresó en 1795 para reconstruir su negocio.
La familia Bonaparte es un extraordinario ejemplo de lealtad para con la relojería Breguet. Efectivamente, comenzando por Napoleón, casi todos los miembros de la familia fueron entusiastas coleccionistas de sus creaciones. A Napoleón le siguió Josefina en 1798 y 1800, quien reanudó contacto con la firma en 1806, y a ella le sucedió su hija, la reina Hortensia, en 1810 y 1812.