Los años que siguieron a la Revolución fueron testigos del nacimiento de una nueva clientela en Francia, formada por banqueros y oficiales, pero también por la élite del poder. Al mismo tiempo, Abraham-Louis Breguet empieza a ser reconocido entre la clientela extranjera, en particular inglesa, española y rusa. El zar Alejandro I llegó a visitar al relojero en su taller de Quai de l’Horloge. Carolina Murat, quien en 1808 se coronó Reina de Nápoles, llegó a poseer treinta y cuatro relojes Breguet a lo largo de su vida.